Uno de los actos mas alienantes de la misa es cuando a los asistentes se nos
pone de pie para recitar una cosa que se llama "Credo", que no figura en
absoluto en la celebración de la Cena que Jesús instituyó. Parece tener la
finalidad de marcar diferencias con otros grupos cristianos que tienen otras
creencias distintas, como si esas diferencias dogmáticas tuviesen alguna
importancia. Jesús no vino a instituir ningún Credo; el seguimiento de Jesús de
Nazaret no es ninguna "ortodoxia" sino una "ortopraxis". Ėl no vino a decirnos
lo que teníamos que creer, sino cómo debíamos actuar. La recitación del
Credo puede tener también un función coercitiva; no olvidemos que la
mentalidad constantiniana-tridentina de nuestra Iglesia generó la odiosa
institución de la Inquisición que perseguía y castigaba desviaciones teológicas.
Ese puede ser también un factor que contribuye a disuadir la expresión de
discrepancias de los laicos con relación al Magisterio de la Iglesia. La
Inquisición sigue existiendo, aunque con otro nombre, y aunque ya no se
entrega a los disidentes al brazo secular para su castigo, a nivel subconsciente
sigue funcionando, en el colectivo que se siente miembro de la Iglesia, un
reparo a incurrir en una contestación que puede ser objeto de penas canónicas.
Así pues, nos seguimos poniendo en pie en la misa para recitar ese Credo que
contiene cosas tan absurdas como que Jesús, después de muerto, bajó a los
infiernos. Creo que es cierto que bajó a los infiernos, pero no fue después de
morir sino cuando nació. Su nacimiento fue bajar al infierno o purgatorio que
constituye este mundo en el que vivimos. Y su finalidad fue convertirlo en un
paraíso, lo que él llamaba Reino de los Cielos o Reino de Dios, y a esa tarea
nos convoca. Pero 20 siglos después el mundo sigue siendo el mismo infierno
que era cuando él vino. Eso significa que no estamos cumpliendo su mandato
de amar al prójimo como a uno mismo. Nos pedirá cuentas si abandonamos el
servicio a nuestro prójimo mientras estamos ocupados en nuestros rezos. ¿Está
nuestra religiosidad centrada en el culto y no en la construcción de un mundo
más justo y más humano?
No podemos negar que nuestra Iglesia da mucha importancia a cuestiones como:
dogmas, rezos, peregrinaciones, procesiones, templos, sacerdotes… Todo eso ya
existía en tie
m
pos de Jesús, y antes.
T
odo eso for
m
a parte del aparato ideológico
del sistema, pero Jesús es un antisistema, vino a cambiar el mundo de base. Las
iglesias (no sólo la nuestra) se instalan en los siste
m
as de la injusticia, el privilegio.
y la desigualdad en vez de proceder a su transformación en un paraíso, patria
de la humanidad. El esquema constantiniano fue, precisamente, el maridaje, o
prostitución, de la Iglesia con el poder de los Césares, con el sistema de
dominación. Debemos rechazar los esquemas constantinianos y tridentinos
para recuperar a Jesús de Nazaret, su mensaje y su proyecto revolucionario.
Fastino Castaño